Cuando estamos en consulta acompañando a personas que han desarrollado un trastorno alimentario, frecuentemente nos encontramos con que sus familiares y/o allegados (o incluso ellas mismas) no entienden por qué tienen problemas con la comida y se sorprenden de su comportamiento. Argumentan:
“No es tan complicado. Si dice que quiere comer, ¿porque no come? ¿Por qué dice que no puede? No lo entiendo. Yo lo veo muy sencillo: si quieres comer… pues come».
Entendemos que se encuentren dificultades al intentar comprender esta aparente contradicción, así que veamos si podemos clarificar este asunto.
Empezaremos con una pregunta: ¿Qué pasa cuando hay una situación que nos preocupa, que nos agobia? De forma natural, se producen algunos cambios en nosotros. Podemos sentirnos nerviosos e inseguros por no saber qué hacer, tristes al no percibir una salida, o incluso atemorizados si no encontramos la manera de superar la situación. Nuestra cabeza no para de dar vueltas y nos cuesta desconectar del problema, nos obsesionamos y no logramos mantener la concentración en otra cosa.
Este conjunto de sensaciones puede manifestarse en nosotros como dificultad para dormir o para relajarnos, en explosiones emocionales, respuestas agresivas, falta de energía y bloqueo, abatimiento, o quizá se presente algún tipo de comportamiento compulsivo en forma de adicción.
Lo cierto es que las funciones básicas (sueño, pensamiento, estado de ánimo, sexualidad, alimentación) se ven alteradas de algún modo, unas más que otras según la persona, ante situaciones que nos afectan. En este contexto, ¿qué pasa con la comida? Pueden aparecer dos reacciones: que se nos cierre el estómago y no comamos o, por el contrario, que sintamos el impulso de comer en exceso y sin control.
De este modo, podemos observar que el dejar de comer o comer en exceso es una respuesta natural del organismo ante situaciones de estrés, una forma de manejarlas: Puede que tengamos que digerir primero la situación antes de poder comer otra cosa, o bien puede que necesitemos comer mucho para obtener energía y fuerza para hacer frente a aquello que nos preocupa.
¿Cuál es el problema entonces? Que si bien inicialmente nos puede ayudar a manejar la situación y a tener un cierto grado de control sobre ésta, si no tomamos una actitud que afronte directamente aquello que nos perturba seguiremos manejando la situación a través de la comida y, como nos sentiremos más alterados, comeremos aún menos o aún más, pudiendo desarrollar un trastorno alimentario.
Si hemos aprendido a responder al estrés sólo mediante la alimentación, jugándonos todo a una carta, y de repente nos plantean que tenemos que dejar de responder así, ¿cómo crees que te sentirías? ¿Serías capaz de soltar la única manera que tienes para manejar este tipo de situaciones?
Detrás de una persona que ha desarrollado un trastorno alimentario siempre hay alguien que sufre y que maneja su dolor a través de la comida aunque, a menudo, no sea consciente de ello.
¿Puedes entender ahora lo complicado que puede resultar?